miércoles, 6 de mayo de 2009

El móvil

Tardé un par de semanas en darme cuenta de que mi móvil tenía voluntad propia. Incluso estuve a punto de cambiar de operadora, convencido de que el servicio de la mía era nefasto.
Y es que cómo iba yo a pensar que el dichoso aparato me manejaba a su antojo.

Por alguna extraña razón, a mi móvil no pareció gustarle la idea de que yo flirteara con Carolina, estando con Laura, mi novia de toda la vida.

Conocí a Carolina en el gimnasio, y un par de meses después nos intercambiamos los teléfonos.
Me fascinó desde el primer día que la vi en clase de spinning. Me quedé hipnotizado mirando el escote del top fucsia que llevaba.
Desde entonces me obsesioné con la idea de si aquel escote tan exuberante era operado o no. Y empecé a ir más a menudo al gimnasio, metiéndome en las mismas clases que ella, sin poder dejar de espiarla, hasta que por fin un viernes por la mañana se acercó a mi, me metió un papel doblado en el bolsillo del pantalón y se marchó.
En él había anotado su teléfono y su nombre: Carolina, y me decía que la llamase esa misma tarde para quedar.

Inmediatamente grabé su número y le escribí un sms para que también ella tuviera el mío, y para decirle que por supuesto que esa noche quedaríamos para tomar algo.

En seguida me fui a casa, ya no podía concentrarme en los aparatos, solo podía pensar que esa tarde por fin estaría más cerca de ese escote que me tenía tan obsesionado.

A las siete cogí el móvil y busqué su número: Carlos, Carmina, Carrasco, David, no podía ser. Estaba seguro de haberlo grabado por la mañana, en el gimnasio, en la C de Carolina. Volví a repasar la lista y nada. Entonces me acordé del sms que le había enviado yo, y me tranquilicé al pensar que allí encontraría su número, pero al llegar a la bandeja de enviados estaba vacía. Era imposible, sabía que yo no lo había borrado, sin embargo no había ni un solo sms.

No podía desaprovechar aquella ocasión, así que puse el chándal y me fui de nuevo al gimnasio, con la esperanza de que ella estuviera allí. Pero no estaba. Miré en todos los aparatos, en la piscina, a través de los ventanales de las salas de actividades y nada, hasta que de pronto me dí cuenta de que en una de ellas, al fondo, estaba una amiga suya, al menos una chica con la que la había visto muchas veces.
Era mi última oportunidad y esperé a que terminase la clase para hablar con ella.

Veinte minutos después salió. Al principio me miró sorprendida, pero después sonrió y me dio el número de Carolina.
Me fui al vestuario y marqué, no daba señal. Miré el teléfono y no tenía ni una rayita de cobertura. “Solo llamadas de emergencia”, ponía en la pantalla. Así que me levanté para salir fuera y llamar, y en ese momento el móvil sonó. Era Laura. ¿Cómo podía ser si no tenía cobertura? Contesté, le dije que estaba muy liado y no sabía si esa noche podría quedar o no, quedé en llamarla más tarde.

Por fin salí a la calle, cobertura a tope, C de Carolina… conectando… y… “no es posible establecer conexión”. ¡No podía ser!
Llamé a mi amigo Fran, para ver si marcando un número diferente no tenía problemas y él contestó. Me sentía como si me estuvieran gastando una broma, pero no había nada más que pudiera hacer, no tenía forma de contactar con ella.
Lo intenté unas cuantas veces más tarde y lo mismo, no había manera.
Pero entonces, sobre las diez de la noche, caí en que podía llamarla desde una cabina y probar suerte. Esta vez si pude hablar con ella. Solo que ya era demasiado tarde. Me dijo que por la hora que era pensaba que ya no llamaría y había hecho otros planes. Ni siquiera me creyó cuando yo le dije que había intentado llamarla tantas veces, porque insistía en que en todo momento ella había tenido su móvil disponible, con cobertura. Pero a pesar de todo, decidió darme otra oportunidad, y me dijo que quedásemos el siguiente viernes. Me contó que esa semana iban a operarle de un pequeño bulto que tenía en la rodilla, algo sin importancia, pero que no iba a poder ir al gimnasio durante toda la semana. Así que quedé en llamarla el viernes para vernos por fin.

Durante la semana no pude dejar de pensar en el tiempo que quedaba para volver a verla, a su escote, quiero decir, que era lo que realmente me tenía obsesionado. Varias veces intenté enviarle sms para ver cómo había ido la operación, cómo se encontraba, para decirle que tenía ganas de que llegara el viernes. Pero siempre que lo intentaba pasaba algo que chafaba el intento. Llegué a tener veinte sms en la bandeja de salida, pero nunca pasaban de ahí.

Podía llamar o enviar sms las veces que quisiera a Laura, a Fran, a cualquiera que no fuera ella, pero al intentar contactar con Carolina, nunca podía establecer conexión.

Hasta llamé a atención al cliente de mi operadora en una ocasión, desesperado, y me dijeron que mi línea estaba perfectamente.

El viernes siguiente volvió a ocurrir lo mismo. Imposible contactar con su número de teléfono. Así que me fui a la casa de Fran, para hacer pruebas con su móvil. Pusimos mi tarjeta en su teléfono, y automáticamente todos los sms que tenía acumulados se enviaron sin problemas, uno detrás de otro, en cuanto metí mi número pin. Cosa que no me esperaba y de la que me arrepentí al momento, porque fui consciente de que acabarían de llegarle a Carolina veinte sms seguidos, y pensé que la agobiaría.

Definitivamente comprendí que el problema no estaba en la operadora, ni en la línea, ni en la conexión, sino en mi móvil. Llegué a la conclusión de que eso ocurría porque antes de haber sido mío había sido de Laura, y cuando a ella le regalaron otro por su cumpleaños, me lo dio. De alguna manera entendí que el móvil seguía sintiéndose vinculado a ella, y por eso no podía permitir que yo le fuera infiel. Al menos no en la parte en la que él pudiera intervenir, que era la de no dejarme contactar de ningún modo con Carolina.

Volví a meter la tarjeta en mi móvil mientras le explicaba mis conclusiones a Fran. Aunque él no entendió nada, le dio la risa y me dijo que el escote de esa chica me había trastornado la cabeza. Pero yo supe que estaba en lo cierto.
La verdad es que desde el primer momento solo había sido eso, un escote, en eso sí tenía razón Fran, así que me fui de su casa y llamé a Laura para quedar con ella.

De camino saqué mi tarjeta y tiré el móvil en una de las papeleras.

1 comentarios:

jimena dijo...

Evilla, me gusta el tono y el tema, pero me cruje la frase final, no sé, igual me pega más que hubiera tirado el móvil o algo así. Mola aprender juntas y lo que estamos descubriendo en este curso. Besitos

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